lunes, noviembre 01, 2010

“La música ayacuchana es romántica y dolorosa”

Raúl García Zárate, uno de los grandes de nuestra cultura, celebra 67 años de trayectoria artística reeditando los discos Ayacucho musical, Qori Kinto y Recital folklórico, y ofreciendo este jueves, a las 7:30 p.m., un concierto en el colegio Santa Úrsula. Entradas: Teleticket.
“Ayacucho es uno de los pueblos más musicales que existe. Quizá el ambiente –un clima primaveral, un pueblo tranquilo– hace que la gente se dedique a cultivar el arte, la música”, nos dice Raúl García Zárate, el maestro de la guitarra ayacuchana que esta semana reedita tres de sus discos más logrados.
SU PADRE TAMBIÉN FUE GUITARRISTA...
Fue un intérprete de la guitarra y el canto. Mi padre no era bohemio y tocaba porque le gustaba. Guardaba su guitarra en el ropero. Yo, sin que nadie me enseñara, la tocaba desde los ocho años pero a escondidas, porque temía que mi padre me lo prohibiese. Por entonces muchos jóvenes músicos se dedicaban a la bohemia. Por eso los papás, preocupados, les prohibían que tocasen. Y yo pensaba que eso iba a pasar conmigo. Entonces, cuando acababa el colegio, corriendo me iba a la casa a ponerme a tocar. Y calculando la hora de regreso de mi papá, metía la guitarra en el ropero. Así pasó mucho tiempo, nadie se daba cuenta.
¿Y CÓMO SE ENTERARON?
El hermano de mi padre tenía una tienda al lado de nuestra casa. Allí se reunía con sus amigos. Tocaban tangos, boleros, valses y huainos con laúd, guitarra, mandolina y hasta acordeón. Yo los escuchaba a través de las cortinas, y como tenía desarrollada la memoria auditiva, cuando mi tío iba a dejarlos, yo entraba a la tienda y empezaba a tocar lo que había escuchado. Paraba cuando imaginaba que mi tío estaba por regresar. Pero un día me descuidé y mi tío me descubrió.
¿Y QUÉ PASÓ?
“Qué bien”, me dijo. “Tío, por favor, no le cuentes a mi papá”. Qué le diría a mi papá que este, al siguiente día, me dijo: “Me cuentan que tocas la guitarra”. “Sí, un poquito”. “A ver toca para mí”. Quise impresionarlo y toqué un tango. “Muy bonito. Ahora tócate un huaino”. Toqué el huaino y me preguntó: “¿Con cuál te sientes más seguro y a gusto?”. “Con el huaino”. “Claro, porque esa música la conoces, es tuya”. Eso quedó en mi mente: uno transmite mejor lo que conoce, lo que ha bebido de sus fuentes originales.
SU PADRE LE COMPRÓ SU PRIMERA GUITARRA, ¿NO ES VERDAD?
Sí, y la tocaba libremente en la puerta de la tienda de mi tío. Cuando tenía 12 años, un profesor del colegio Salesiano me oyó y ofreció una vacante. Integré el Trío Bosquino y tocaba la tarola en la banda de músicos. ¿Allí hacía de sordo? (Ríe). No, me encanta la música, por eso acepté. Y mire, debuté ese año como solista en el teatro de la ciudad. Fue un tanto catastrófico pues, cuando aparecí en el escenario, la gente empezó a carcajearse. Cuando me senté, mis pies colgaban por lo chiquito que era. Me pusieron un banquito y la carcajada fue doble. Pero empecé a tocar y el silencio se impuso y, cuando terminé, los aplausos no paraban. Entonces le pregunté al maestro de ceremonias por qué se habían reído la primera vez. “Parecía que la guitarra caminaba sola, pues es más grande que tú”, me respondió (risas). Desde entonces, no he parado de tocar.
¿DESDE CUÁNDO LE PAGAN?
Yo cultivo la música sin fines comerciales. El dinero nunca ha sido el motor de mi carrera sino la difusión de la música de mi pueblo.
Y HA LLEVADO SU MÚSICA POR EL MUNDO...
He estado en Asia, Europa, el resto de América. He compartido escenario con Andrés Segovia. Y he podido viajar más cuando, en el 79, dejé mi trabajo en el Poder Judicial y me dediqué solo a la música. Para ser bueno, más que talento hay que tener disciplina, porque no hay otra forma para sostener un concierto que estar preparado.
¿POR QUÉ LA MÚSICA AYACUCHANA ES UNIVERSAL?
La música de un pueblo es su corazón expresándose, es decir, la creatividad y las vivencias transmitidas a través de un instrumento. Nosotros tenemos la suerte de ser un país variado, donde casi cada pueblito tiene su tipo de música, de poesía. Lamentablemente, por falta de difusión no la conocemos. Una de las formas de acercarnos a nuestra cultura debería ser la música. ¿Por qué yo he estado en los más importantes festivales del mundo? No por mí ni por mi físico, sino por la música ayacuchana, que es muy sentida y romántica, nostálgica y dolorosa.