Está muy fresca una buena noticia. La danza de las tijeras y la huaconada de Mito fueron reconocidas como Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
La primera, practicada por los danzaq, laicas o ayras que reconocen a la pachamama como su benefactora, y la segunda, ejecutada por los huacones cuya danza está íntimamente ligada a la autoridad moral del hombre andino.
Mientras los danzantes de tijeras rinden tributo a sus pacarinas (lagos y lagunas) y a sus apus wamanis (montañas y cerros), que les otorgan salud y destreza durante sus vidas, los huacones representan a la resistencia moral en tanto su preocupación es que se cumplan con las normas sociales establecidas.
No cabe duda que si esa es la preocupación de los huacones, pues, nos encontrarían en falta, y se verían en el deber de �poner orden� porque la miseria moral en la que estamos sumidos se expande inconteniblemente como una mancha de aceite. La injusticia, la mentira, el fraude, el robo, el atropello, la corrupción, etc. ya son nuestro pan de cada día. Cómo no quisiéramos, entonces, que los huacones se propusieran constatar anualmente nuestro buen proceder.
Sirva el mérito universal de estas dos danzas, cuyos orígenes se pierden en los confines del tiempo, para reflexionar y recordar también cómo los invasores �civilizados� confundieron la comunión con la naturaleza con la idolatría. Aquellos, no entendieron cómo el hombre podía integrarse a la naturaleza y los estigmatizaron como endemoniados.
Sin embargo, venciendo las barreras de siempre, el espíritu de nuestro pueblo sigue imponiéndose.